miércoles, 4 de enero de 2017

Crítica: Incarnate (2016)


Película dirigida por Bard Peyton y escrita por Ronnie Christensen, la cual significa el debut dentro del género para ambos. Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos el pasado 2 de diciembre, mientras que en México hará lo propio durante este fin de semana. Recaudando hasta el momento $6.3 millones de dólares en taquilla a nivel mundial.

Sinopsis:

Seth Ember (Aaron Eckhart) es un doctor que tiene la asombrosa habilidad de poder entrar a la mente de personas poseídas, una que se volverá la última esperanza para salvar a un niño cuyo cuerpo ha sido tomado por un demonio con el que tiene una vieja historia.



Comentarios generales:

Es difícil saber que esperar de una película cuando su guionista y director son nuevos dentro del género, mucho más si esta llega bajo el brazo de una productora con un historial nada alentador como WWE Studios (en cooperación con Blumhouse). Sin embargo, el hecho de que Incarnate contara con la presencia de actores conocidos y presentara una premisa relativamente original hacía que tuviera ligeras esperanzas de encontrarme con una sorpresa, pero al final resulto ser solo una propuesta genérica de posesiones del montón.

Y esto se debe en gran parte a que tanto Peyton como Christensen básicamente van olvidándose poco a poco del único elemento que los diferenciaba del resto (la habilidad de Ember); uno que durante los primeros minutos si tiene su merecida importancia pero que, como ocurre con casi todo lo presentado en pantalla, termina siendo algo pasajero. Mucho más cuando el primer acto es uno que transcurre con muchísima lentitud, provocando así que los detalles sobre la posesión del niño y la historia del doctor con el demonio se sientan como algo completamente secundario mientras se quiere integrar con calzador un conflicto con la iglesia que no aporta grandes cosas y que en muchos aspectos luce más como un plagio de Constantine.

Ya pasados unos 35/40 minutos la intensidad se eleva de manera ligera cuando el enfrentamiento directo se da, el cual logra ofrecer algunos momentos visualmente potentes, pero que realmente nunca logra explotar de la manera correcta; especialmente porque se siente en extremo hueco. Esto gracias a que nada de lo planteado con anterioridad tiene gran influencia en los sucesos y porque todas las interacciones entre los personajes no aportan la debida dosis emocional que este tipo de historias necesitan para que verdaderamente te agobie la situación de la persona poseída. Aquí básicamente todos los personajes secundarios son desechables, incluso la propia madre del niño se siente como uno que solo está ahí para rellenar el set; generando con ello un desinterés enorme por todo lo que no involucre a Ember.

La parte final no es tan espantosa como se pudiera llegar a pensar, incluso en el lado emocional muestra ciertas mejoras. Sin embargo, el director no se atreve a mostrar de manera clara al demonio a pesar de que durante 70 minutos nos vendieron la idea de que ese sería el momento culminante. Todo para terminar con un desenlace genérico, carente de impacto y que deja abierta la posibilidad para una (improbable) secuela.

Las actuaciones son bastante pobres, lideradas por un Eckhart que realiza un esfuerzo mínimo para sacar adelante un personaje poco carismático y con un grupo de actores secundarios que realmente solo están de adorno. En el tema de producción tampoco presenta gran cosa: el trabajo de fotografía es genérico, la dirección de arte es poco imaginativa, el score está pasable, el trabajo de sonido cumple, los efectos son los de rutina en esta clase de historias y la labor de maquillaje no presenta nada que resalte.  

Opinión final: Incarnate es bastante decepcionante. Una película aburrida de posesiones que se perderá con el paso de los meses.

Ojometro:
**