lunes, 9 de abril de 2018

Crítica: A Quiet Place (2018)


Película dirigida por John Krasinski, quien además de ser uno de los protagonistas también coparte créditos como co-escritor del guión junto a Bryan Woods y Scott Beck. Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos y México (así como en otros tantos países) este fin de semana pasado, recaudando hasta el momento $71.2 millones en taquilla a nivel mundial.

Sinopsis:

La familia Abott se ve forzada a vivir en total silencio para mantenerse oculta de unas misteriosas y peligrosas criaturas que se guían por el sonido.



Comentarios generales:

Desde que salió el primer trailer se notaba que podía haber algo especial aquí, sin embargo, el nombre de Platinum Dunes es algo que siempre me generará dudas y por eso fui al cine con ciertas reservas. Al final de cuentas también había un director debutante involucrado y la idea central resultaba muy riesgosa; detalles a considerar sin duda, pero que una vez que empezaron a salir los créditos finales ni me acordé de estos debido a que A Quiet Place es una tremenda película de principio a fin.

Y es que en su debut en cine Krasinski nos trae un trabajo que, a pesar de sustentarse en el silencio, logra tocar temas como las relaciones familiares o los miedos de los padres por el futuro de sus hijos de manera contundente mientras construye una experiencia increíblemente inquietante por medio de un escenario catastrófico que pone en riesgo a esta familia en todo momento. Aquí realmente desde el primer minuto los niveles de tensión son altísimos debido a que cada situación, sin importar lo simple que sea, puede representar la muerte para cualquiera de los personajes y gracias esto la sensación de peligro se encuentra presente en todas sus acciones.

Una situación que obliga a que el desarrollo no sea tan caótico como uno pudiera pensar al tratarse esencialmente de una historia de monstruos; de hecho, se podría decir que el ritmo es algo pausado, pero esto no afecta en lo absoluto el visionado porque realmente las cosas nunca se vuelven aburridas. Ya sea por ver cómo esta familia se adapta a su situación bajo un miedo terrible, la increíble atmósfera desoladora presentada o porque el director va insertando por medio de un gran timing momentos de agobio complementados con sustos fáciles que funcionan a la perfección y evitan que el espectador pueda relajarse en exceso.

En general  es de esos ejemplos en donde menos es más, aquí todo se encuentra dosificado de tal manera para que cada aparición de las criaturas se sienta como algo relevante e impactante. Mucho más cuando el nivel de violencia o sangre es mínimo.

De la parte final no quiero hablar mucho, pero es muy buena. La intensidad que maneja es de destacar y, una vez más, la sensación de peligro vuelve a ser altísima mientras se le da más tiempo en pantalla a las criaturas. Aunque lo verdaderamente destacado es lo emocional que resulta el desenlace; uno que además no se va por el camino feliz y opta por seguir con el tema de la supervivencia a toda costa.

Las actuaciones son estupendas, tanto Emily Blunt como Krasinski y ambos niños son capaces de expresar muchísimas cosas sin decir una sola palabra; además de que tampoco caen en la exageración al momento de hacerlo. Su relación se siente muy cercana, en todo momento notas su sufrimiento y eso hace que te involucres de manera importante con lo que les ocurre.

En lo que se refiere a la producción también es de nota bastante alta: cuenta con un gran trabajo de fotografía, la dirección de arte está bien cuidada, el score es muy bueno, el trabajo de sonido impecable, los efectos están bien hechos y la labor de maquillaje realmente presenta poco.   

Opinión final: A Quiet Place es una gran película. Una experiencia única que tiene absolutamente todo para volverse referente no solo de este 2018, sino de la década.

Ojometro:
*****